viernes, 26 de septiembre de 2008

El Aguafiestas

Crónica incluida en el más reciente libro de Norberto Fuentes, El último disidente. El texto íntegro se puede descargar desde este blog.

MIERCOLES 29 DE AGOSTO, 2007

La estructura ha demostrado su solidez. Después de un año de ausencia de Fidel Castro en el Puesto de Mando, el nivel de ataque a absorber se mantiene en la misma zona de despliegue que se le permite: el de la retórica, y su tendencia permanente es a menguar. Desde los últimos encuentros armados, allá por los lejanos 60, el país no ha conocido ningún peligro verdadero de desestabilización —ni interno ni procedente del exterior. De todas maneras va a haber el peligro de las primeras 72 horas luego del anuncio oficial de la muerte de Fidel. Tendrán que acuartelar, de rigor, a las unidades militares y policíacas. Siempre puede existir un loquito que cree llegado su momento para arrastrar a un comunista del vecindario. Lo probable es que hagan una recogida primero. Y ésa, en mi opinión, será la primera verdadera señal antes del anuncio. De cualquier manera todos los potenciales cabezas locas han sido visitados y advertidos desde hace rato. Y a nadie le quepa la menor duda de que le van a pasar los tanques por arriba a cualquiera. La famosa Operación Estrella de neutralización relámpago del enemigo interno —una reproducción perfeccionada del progrom de casi medio millón de contrarrevolucionarios el 17 de abril de 1961, al unísono con la batalla de Playa Girón— está montada y lista, por lo menos, desde principios de los 80. (No duden que los yanquis tengan previsto algo semejante para Miami y que algunos cubanos conozcan el destino de los japoneses residentes en la Segunda Guerra Mundial). Después, como es de suponerse, será la búsqueda de algún bienestar económico. No apuesten todas las fichas a que se identifiquen con los modelos chinos o vietnamitas. Es el mismo cuento de la época soviética. Entonces era la tabarra del modelo soviético. Todo menos reconocer la legitimidad del proceso. Nunca vieron la verdad en relación con el Kremlin y su influencia o no en la isla. Y la única verdad es que la Revolución Cubana se inventó a sí misma. Hasta donde llega mi conocimiento no fue el KGB el que puso en el poder a Batista ni organizó los crispantes desequilibrios sociales que empujaron el país por el plano inclinado de la Revolución. En fin, que Raúl Castro, gobernante designado, y sus seguidores, han tenido más de un año para prepararse. Fidel ha sido generoso en ese sentido. Les ha garantizado, con sus trece meses (hasta el momento) de supervivencia, un tiempo precioso para lo que entre nosotros se llama “los amarres”, esto es, organizar. Ya entre ellos —calculo— habrán pensando en funerales y ceremonias. El mausoleo suyo será sin dudas en La Habana. Los tres grandes departamentos militares del país, cada uno con su raíz histórica: Raúl en Oriente (donde tiene su nicho desde hace 20 años, con nombre y todo), el Che, en el centro, donde libró su magnífica batalla de Santa Clara, y Fidel en La Habana, en Occidente, la capital de la nación y símbolo de gobierno. Al pairo y sin timón quedará tristemente, como siempre, la contrarrevolución. Tendrán sus cinco minutos de júbilo con fondo de tumbadoras en los restaurantes de la Sagüesera (el South West de Miami); luego, el eterno desplome moral. Los pobres, el embullo que tienen. Y esperen a que los yanquis corran a los Lear Jets para negociar sus jugosos contratos. Error fatal. Tampoco es el modelo. Ni la URSS, ni China, ni Vietnam, ni Bienvenido Mister Marshall. Si algo demostró el liderazgo de Fidel Castro es que todo el propósito de una Revolución es el desempeño del poder. Su obtención y retención. La industria y el comercio son asuntos secundarios. Y de que estos sean los billetes para continuar viaje en el día segundo —este dilatado día segundo— son parte de los retos a enfrentar por los herederos. Lo único que ha acumulado el bastión hasta hoy es poder. De eso es de lo que se ha tratado en todo momento. Del poder. Pero la disyuntiva del regreso, y a disponer de una generación de hombres de negocio y no de combatientes, solo es sorteable sin el correspondiente baño de sangre en el caso de que sepan aprovechar la conmoción de la muerte de Fidel. Será nuestro shock and awe, pero como un fenómeno de combustión interna. Aunque estoy persuadido de que puede dárseles el voto de confianza. Estos viejos guerreros están preparados. No han hecho otra cosa desde hace 50 años. ¿Y qué bronca han perdido?