viernes, 28 de marzo de 2014

Todo un siglo con SALAS

Che. 1964
La firma Salas es sinónimo de las fotografías históricas, emblemáticas y hasta épicas captadas tras el triunfo de la Revolución Cubana, de la misma forma como lo son Alberto Korda, Raúl Corrales, Ernesto Fernández, entre otros. Pero detrás del apellido Salas están dos miembros virtuosos de la cámara y la película en blanco y negro, Osvaldo y Roberto, padre e hijo, que se sumaron a la tarea de retratar desde muy temprano la experiencia revolucionaria, con Fidel Castro y el Che Guevara como protagonistas.

En todo caso Osvaldo Salas tiene el récord de ser uno de los pocos que fotografió a Fidel antes de que se hiciera conocido con su barba y su traje verde olivo, y también después de la victoria de 1959. Las primeras de esas imágenes las tomó en 1955, cuando Salas vivía en Nueva York, y las otras en Cuba, cuando la marea de esos años lo llevó de regreso a la isla. De esos tiempos son imágenes que están en la retina de la historia: la de Fidel y Raúl Castro, con el Che; la de Celia Sánchez, de perfil, fumando, o la de Guevara, divertido, con las botas enbarradas.

Este sábado 29, Osvaldo Salas, quien falleció en 1992, habría cumplido 100 años, y su hijo, Roberto, aún un fotógrafo activo, lo recuerda con cariño y admiración, y relata algunos de los pasajes de su vida en esta entrevista telefónica con Toda la noche oyendo pasar pájaros.


Osvaldo Salas.
¿Por qué su padre llegó a vivir a Estados Unidos?

Mi padre fue a Estados Unidos de muy joven, a los 14 años. Mi abuelo emigró a Estados Unidos, más o menos en la época de la depresión económica mundial. Mi abuelo era soldador, y mi padre con su hermano menor comenzaron a trabajar de muy jóvenes con mi abuelo. Tenían un taller de mecánica, de soldaduras y esas cosas. Mi viejo en Estados Unidos estuvo 34 años, hasta 1959.

¿Y cómo llegó a la fotografía?

Por tropezones, de casualidad. En los años 40, él estaba trabajando como soldador en una empresa en Nueva Jersey. El hacía trabajos de especialidad, de soldadura de banco, de acero inoxidable, de alta precisión. En ese centro de trabajo había un club de fotografía, y los miembros de ese club iban a ver a mi padre para que les hiciera bandejitas, pinzas y distintos aparatos de acero inoxidable que se utilizaban en la fotografía (en el laboratorio). Entonces él se fue interesando en aquello, porque le llamaba la atención, y con el tiempo mi padre se hizo miembro de aquel club. Todo esto fue antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial. Cuando se acabó la guerra mi padre ya era miembro activo en ese club y en 1947 se ganó el primer premio del club por una fotografía. Así el viejo, que ya venía con esa atracción por la imagen, empieza a trabajar simultáneamente de soldador y a tirar fotografías. Al principio eran de nosotros, de mi hermana y yo, cuando éramos más pequeños, de gente del barrio que le pedía hacer una foto de un cumpleaños. Así poco a poco fue haciendo cosas. Y comenzó a ver que había un ingreso por ese lado y empezó a comercializarse. Pero llegó un momento, en 1948 más o menos, que con el volumen que tenía de fotografías que hacía en la casa, más el trabajo que tenía (de soldador), tenía un horario muy extenso y ya no podía seguir con las dos cosas. Tenía que escoger: “O soy fotógrafo o soy soldador”. Ese es el momento en que decide dedicarse a la fotografía. Instala un pequeño laboratorio en la casa donde nosotros vivíamos en el Bronx, comienza a hacer algunas cosas comercialmente y después abre un local en Manhattan y establece su estudio de fotografía, a dos cuadras de Times Square. Empieza a hacer cosas deportivas, cosas periodísticas, en fin, todo lo que entraba por la puerta para poder ganarse la vida. Lo mismo era una boda, que un bautizo, fotografías de carné. En fin, todo lo que era posible hacer.

A él, en esa época, ¿qué era lo que más le gustaba hacer en cuanto a fotografía?

Bueno, realmente, no puedo decir qué era lo que más le gustaba. No creo que ese momento él se haya decidido por alguna forma, por algún estilo. El hacia un trabajo generalizado, de cualquier cosa. He dicho en otras ocasiones que nosotros (porque yo me incluyo en eso, yo dejé la escuela a los 15 y me puse a trabajar con él) realmente tirábamos fotografías, y yo creo que después de 1959 empezamos a desarrollarnos, a hacer fotografía. En Nueva York nosotros teníamos que hacer lo que querían los demás. Pero ya en 1959, aquí, empezamos a hacer el estilo de fotografía que nos gustaba a nosotros. Yo creo que ese es el momento en que el viejo empieza a madurar más y a perfeccionar más su estilo.

Fidel en Nueva York, en 1955.
En 1955 él fotografió a Fidel Castro, en Nueva York. ¿Cómo fue que hizo ese trabajo?

En todos esos trabajos múltiples que él hacía, él también hacia trabajos de free-lance, para periodistas, gente que le pedían trabajos, periodistas latinoamericanos, fundamentalmente de Venezuela, de México, de Cuba. En 1955 él recibe una solicitud de trabajo para la revista cubana Bohemia, conjuntamente con un periodista que había en Nueva York, que se llamaba Vicente Cubillas, para hacer unas fotografías de un pequeño grupo de personas que eran de oposición al gobierno de Batista. Como la revista Bohemia estaba en contra del gobierno de Batista, tenía interés en mostrar que esta gente seguía activa, ya que habían rumores que sostenían que estaban escondidos, que habían desistido de sus demandas. Llegaron a Nueva York a recoger fondos, a buscar apoyos para lo que ellos posteriormente iban a hacer. Entonces, llegó al estudio de mi padre, se ponen de acuerdo ahí y el viejo hace el reportaje para Bohemia, que salió publicado en 1955.

¿En ese tiempo su papá ya tenía alguna idea política definida?

No, absolutamente ninguna. En ese momento no. El viejo estaba totalmente alejado de ese tipo de cuestiones. Mi padre hizo ese trabajo (de Fidel en 1955) como cualquier otro trabajo, porque nosotros en ese momento no teníamos elementos, porque no vivíamos en Cuba. Lo que pasa es que después nos vinculamos ahí (con la gente opositora a Batista), entonces al triunfo de la revolución ya estábamos más o menos definidos, siguiendo al Movimiento 26 de Julio.

Roberto Salas.
¿Entre usted y su padre se produjo una especie de “sana competencia” de fotógrafos?

No, yo no creo. Nunca lo vi así. Era un trabajo más. El hacía sus cosas y yo hacía las mías. Nunca pensé en una competencia. Se dice que cuando padre e hijo están en la misma profesión, subconscientemente la segunda generación siempre trata de hacer las cosas algo distinto de la primera generación. Realmente mi padre trabajaba por un lado y yo, por otro. No coincidíamos. Lo que sí hace él aquí es perfeccionar su estilo, buscando lo que había sido su nacimiento en la fotografía. Hay que acordarse de que él era retratista, que tenía un estudio de fotografía en Nueva York. Entonces él trae ese concepto adentro, de hacer el retrato, la fotografía más cercana, y él se convierte en un retratista.

¿Cómo fue que regresaron a Cuba? ¿Fue una petición de Fidel?

Hasta cierto punto, sí. No fue un “ordene y mande”, ni mucho menos. Mi padre siempre quizo, de alguna forma, de alguna manera, a lo largo de los 34 años que estuvo allá, regresar para Cuba algún día y vivir aquí. Entonces, al surgir este proceso, vio la oportunidad. Fidel nos dio la oportunidad, más o menos directamente, de que nosotros hacíamos falta aquí, que se iba a hacer una nueva prensa, que teníamos trabajo. Eso nos dijeron Fidel como otros compañeros. Nosotros vimos la posibilidad del “cielo abierto”, y el viejo lo vio como la oportunidad para definitivamente quedarse en su país, que era lo que siempre él quería. Porque en el fondo, él era muy cubano. El estuvo 34 años allá y nunca se hizo ciudadano norteamericano. El siempre pensaba que “algun día, algún día”. Y el proceso político en Cuba abrió muchas oportunidades de trabajo aquí, y podíamos hacer muchas cosas. El viejo lo aprovechó y por eso fue que se vino para acá. Entre enero y febrero (de 1959) ya estaba aquí. Va y viene a Nueva York como tres veces, pero ya en 1960 él ya está establecido definitivamente en Cuba, hasta que falleció, en 1992. Ahora, ¿cuál es la vinculación de nosotros directamente con Fidel? Bueno, había un antecedente: que ya nosotros lo conocíamos desde 1955, fundamentalmente el viejo, y entonces después fue más fácil una serie de cuestiones.

El triunfo de la revolución, el regreso a Cuba ¿le cambio a su padre el sentido que tenía para él la fotografía?

Si. Desde el punto de vista técnico, nosotros dejamos la grandes cámaras, los grandes flash y todas esas cosas. No los utilizábamos. Y empezamos a trabajar con cámaras de 35 milímetros y a hacer fotografías con luz ambiental, a hacer reportajes. Toda una serie de cosas que nosotros allá no hacíamos. Y tirábamos fotografías de lo que nosotros queríamos, que creo que era lo más fresco del asunto, no?

Cuando él regresó a Cuba ¿se mantuvo como independiente o entró a formar parte de algún medio?

Nosotros somos fundadores del periódico Revolución, que nació más o menos en enero de 1959. El periódico fue, con la perspectiva de los años, pilar del desarrollo de la fotografía de aquel entonces, que después llegó a conocerse como la fotografía épica de la Revolución Cubana, que éramos un grupo –no muy grande– donde estaba Korda, el viejo, Corrales, Liborio (Noval), yo y algunos compañeros más. Pero un pequeño grupo, de ocho o 10 personas. Cambiamos el estilo, la forma en que se hacía fotografía de prensa en Cuba, y la hacíamos en una base diaria, en fotorreportaje. Nadie sabía lo que estábamos haciendo, que estábamos haciendo cambios, ni haciendo historia. Eso se descubre con los años, retrospectivamente. Nosotros trabajamos directamente con el periódico Revolución, y también hacíamos cosas con la revista Bohemia. Después empezamos a hacer otros trabajos. Desde el punto de vista económico para nosotros era mucho más conveniente estar en Cuba, porque estábamos ganando mucho más de lo que ganábamos en Nueva York. Y la vida era más barata, más fácil que aquí.

En los 70 y en los 80 ¿qué siguió haciendo su padre?

El siguió trabajando en el periódico hasta los años 80, por ahí. El siguió trabajando todo ese tiempo, haciendo distintos reportajes, hacía exposiciones de fotografía, que presentaba en distintos países. Viajó mucho haciendo distintos reportajes por muchos países, a nombre del periódico, a nombre de revistas. El se mantuvo en la prensa todos esos años. Tiene un trabajo muy amplio que abarcaba muchos terrenos.

¿Y después buscó un nicho distinto de fotografía o siguió con los reportajes, los retratos?

Realmente yo creo que al viejo no se le puede definir por un estilo determinado. O sea que él hacia muchas cosas. Realmente como fotógrafo de prensa él hacia de todo. Ahora, él, particularmente, se perfeccionaba y hacia algunas cosas particulares para él.

¿El nunca hizo clases?

No. Nunca dio clases. Lo que sí, los jóvenes se acercaban a él, le daba explicaciones, pero como profesor en algo, él nunca lo hizo. El era más bien espontáneo. Tú le preguntabas algo y él te decía, te ayudaba. El fue responsable de fotografía del periódico, por muchos años, de Revolución, que después se llamó Granma. El también es fundador de Granma, y también el era el responsable de fotografía.

¿Tenía alguna foto a la que le tenía más cariño?

Yo no te pudiera decir una… él tenía unas cuantas. Por ejemplo, una que le gustaba mucho y que se hizo muy famosa, que es el perfil del Che donde está fumando. También le gustaba una donde está Fidel y Hemingway, que es un retrato, casualmente, de la cara de Hemingway y de la cara de Fidel. Y una serie de imágenes sueltas, de cosas que políticamente no eran destacadas, ni mucho menos, pero eran imágenes que a él le gustaban: escenas callejeras, escenas de niños, personas caminando por la calle. Muchas de esas cosas que a él le gustaban y presentaba en sus exposiciones. Eran fotografías de Cuba, pero no eran de personalidades ni mucho menos. De todas formas a él le gustaba todo su trabajo. Si él lo mostraba era porque le gustaba. Lo que no le gustaba, no lo enseñaba.
Hemingway y Castro. 1960
Fidel, Raúl y el Che. 1963