martes, 29 de diciembre de 2015

Un hijo de Fidel Castro
despunta en la Cuba del deshielo


Publicado en La Tercera el 27 de diciembre de 2015

“Necesitamos avanzar. El pasado es el pasado”. Con esta potente frase Antonio Castro, uno de los nueve hijos de Fidel Castro, y actual vicepresidente de la Federación Cubana de Béisbol y de la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol (Wbsc), respondió a un periodista de la cadena Espn sobre la presencia en la isla de cuatro beisbolistas cubanos, quienes dejaron su país para jugar en las Grande Ligas en EE.UU, pese a que hasta hace poco los deportistas que desertaban eran calificados por las autoridades como “traidores”.

Castro se transformó la semana pasada en el anfitrión por excelencia de la visita de una delegación de beisbolistas que juegan en la liga norteamericana, la MLB, y que impartieron una clínica a jóvenes deportistas como parte de un intercambio académico con la isla. Todo eso cuando se cumple el primer aniversario del anuncio de Raúl Castro y Barack Obama, de que abrían una nueva era en las relaciones y dieran los pasos para la apertura de las embajadas en Washington y La Habana. Y el béisbol puede ser fundamental. Al punto que el propio Antonio Castro, como ha venido argumentando desde hace al menos dos años, aboga para que los “peloteros” que dejaron Cuba puedan regresar e incluso formar parte de la selección nacional de ese deporte, el más popular del país.

Así Antonio Castro Soto del Valle, de 46 años, comienza a aparecer en un lugar destacado al frente de la Cuba del deshielo y las reformas, una nueva etapa que quedó ejemplificada en los abrazos que les dio a los beisbolistas cubanos de las Grandes Ligas José Dariel Abreu y Yasiel Puig. Sin embargo, no es ningún desconocido en Cuba, ya que su ascenso se ha venido produciendo desde hace algunos años.

Es el tercero de los cinco hijos que Fidel Castro tiene con Dalia Soto del Valle. Comenzó a salir del anonimato y de la sombra que impuso su padre a su familia cuando fue nombrado médico de la selección nacional de béisbol. Según algunas fuentes, mantiene una relación muy estrecha con su padre, algo que se acrecentó con los problemas de salud de éste. Como en 2001: cuando Castro se desmayó durante un discurso, fue Antonio el primero en llegar a su lado. Y a partir de 2006 formó parte del equipo médico del gobernante, desde la crisis intestinal de 2006 que obligó a Fidel Castro a delegar el poder en su hermano Raúl.

Antonio ya mostró su clase en 2013 cuando ganó la Copa Montecristo de golf, que fue disputada en el balneario de Varadero y en el que participaron 100 jugadores de 15 países. Su participación fue un claro respaldo al tímido intento de hacer surgir a Cuba en el circuito de ese deporte de elite que fue erradicado en los primeros años de la Revolución y que fue denostado por su padre y el Che Guevara -con una recordada partida, en 1960- para burlarse de Eisenhower.

Esa presencia disparó algunas críticas contra Antonio Castro, especialmente en la blogosfera cubana. Pero no tuvo comparación con lo sucedido en junio pasado cuando se vio a Antonio de vacaciones en un lujoso yate en Turquía, y cuando sus guardaespaldas agredieron a unos periodistas locales que querían captar imágenes de él. Nuevamente las voces del exilio y los foros en internet cuestionaron duramente la vida de lujos y privilegios de este miembro del clan Castro.

Pero más llamó la atención la crítica lanzada desde el interior de la isla, a través de un medio de la prensa oficial. Sin mencionar nunca el nombre de Antonio Castro, el periodista Alexander Ricardo publicó el 24 de octubre en el periódico Tribuna de La Habana, un artículo críptico titulado “Los viajes de Gulliver junior” donde se lee que “gracias a su padre, Gulliver junior viaja bastante seguido. Se le ve de gigante disfrutando en costas del Mediterráneo, o de enano aventurero sin problema en su vida, en su visa”.

Un comentario como este, en un régimen como el cubano, muestra que el desplante y la agenda de Antonio Castro comienzan a molestar en el sector más sensible del poder. E incluso revalida la eterna disputa entre Fidel y Raúl Castro. Esto, especialmente cuando son muchas las voces, dentro y fuera de la isla, que sostienen que el actual Presidente cubano pretende dejar las riendas del poder a su hijo Alejandro Castro Espín, un personaje hasta ahora opaco y desconocido. “Toda la dotación genética de Fidel Castro cayó en Antonio. Nunca la tuvo Raúl y no la tiene Alejandro. Antonio, en cambio, es muy buen mozo, carismático y todo un playboy”, aseguró a La Tercera, el escritor cubano Norberto Fuentes, autor de La autobiografía de Fidel Castro.

sábado, 20 de junio de 2015

Nikolai Leonov: "La experiencia demostró lo dañino que fue para Cuba su alianza con un solo aliado"

Nikolai Leonov entre Fidel Castro y Nikita Krushov con una máscara de gas, en 1963, en la URSS.

Por Pedro Schwarze 
Publicado en La Tercera, el 20 de junio de 2015

El primer hito en el acercamiento entre la Revolución Cubana y la Unión Soviética se produjo mucho antes del triunfo de los guerrilleros de la Sierra Maestra en 1959 o del viaje del viceprimer ministro Anastas Mikoyan a La Habana en 1960. Fue en mayo de 1953 a bordo del barco Andrea Gritti, que iba desde Italia al Caribe. Ahí se conocieron y trabaron amistad el diplomático soviético de 25 años, Nikolai Leonov, que viajaba para asumir sus funciones en México, y un joven Raúl Castro que regresaba desde Bucarest (Rumania) tras participar en el comunista Festival de la Juventud y los Estudiantes de ese año, y que protagonizaría junto a su hermano Fidel, dos meses después el asalto al Cuartel Moncada, considerado el hecho inicial de la revolución cubana.

Castro y Leonov se volverían a encontrar en México en 1956, cuando ya estaba en planificación la expedición del Granma y el inicio de la lucha guerrillera en Cuba. Los vínculos con los Castro y con el Che Guevara impulsarían la carrera del soviético a tal nivel que, tras dejar el servicio diplomático (tuvo que salir de México después que los rebeldes fueron detenidos por la policía mexicana y descubrieron una tarjeta de presentación de Leonov en un libro que leía Guevara) ingresó al KGB (estaba en Moscú cuando se enteró del triunfo revolucionario) y llegó a ser el “número dos” de esa organismo de inteligencia.

Esta semana, Leonov (86), quien es considerado por algunas fuentes como uno de los mentores del Presidente Vladimir Putin y que en la década pasada ocupó un escaño de diputado en la Duma, lanzó una biografía sobre Raúl Castro, en cuya presentación participó el canciller ruso, Sergei Lavrov. Nikolai Leonov, que llegó a tener el cargo de general de división del KGB, respondió por escrito a preguntas de La Tercera sobre algunos momentos históricos que le tocó vivir y donde explica su visión sobre el actual pie en las relaciones de Estados Unidos y Cuba.

Mucho se recalca la frase de que “en política no hay casualidades”. ¿Cuánto hubo de suerte y cuánto de planificación en su trabajo y en su amistad con los cubanos, incluido Raúl Castro?

Todos los episodios que marcaron el comienzo y el proceso de cimentación de mi amistad con Raúl Castro fueron el capricho de la suerte, las casualidades del destino en la época prerrevolucionaria.

¿Su experiencia en México y sus contactos con los cubanos de la expedición del Granma fueron determinantes en su intención de dejar el servicio diplomático e ingresar al KGB?

Mis encuentros con Raúl y el Che en México sirvieron de base para que el embajador soviético tomara la decisión de poner fin a mi carrera diplomática y mandarme de vuelta a la URSS por violar las reglas de conducta de un diplomático (por mantener contactos con personas “sospechosas”). Con esta marca regresé a Rusia sin chances de un buen empleo.

¿Cómo se enteró de que la revolución de los hermanos Castro había vencido?

Seguí la lucha revolucionaria de Cuba por la radio y la prensa, y estaba seguro de que terminaría inevitablemente en el triunfo de los barbudos. Pensar así era lógico, si se toman en cuenta todos los factores y, sobre todo, por la calidad de los líderes de aquella hazaña.

¿Su carrera recibió un impulso y tomó un camino distinto gracias al triunfo revolucionario en Cuba y su relación con los Castro?

En Moscú había poca información sobre los sucesos en la lejana Cuba porque en La Habana no había embajada soviética. Resultó que el único ciudadano soviético que había conocido a los líderes revolucionarios de Cuba en carne y hueso era yo. Me encontraron y comenzó otro etapa de mis ocupaciones. En 1958 comencé a trabajar con la Inteligencia soviética para ayudar, desde esas posiciones, al fortalecimiento de la Revolución Cubana.

¿Se le pasó por la cabeza sumarse al proceso cubano y quedarse en la isla?

Nunca pensé dejar Rusia para unirme a los revolucionarios cubanos. Estaba seguro que podía hacer mucho más quedándome en mi nuevo puesto. Creo que mi decisión fue correcta.

Con la elección de Allende, la vía armada de Fidel Castro se vio en peligro ante la opción electoral de Chile ¿Qué discusión se dio en la URSS sobre eso?

La victoria de Allende no convenció al Kremlin de que esa vía era viable. La teoría reinante, basada en el libro de Lenin El Estado y la Revolución, rezaba que el cambio radical era posible solamente si se destruía el Ejército tradicional y el aparato gubernamental antiguo. El golpe de Estado de Pinochet al parecer convenció al Kremlin en lo correcto de la teoría de Lenin.

Con Raúl Castro al frente del poder, Cuba inició un proceso de reformas. ¿Considera que esas reformas avanzan con un pie puesto en el freno, como consecuencia de la experiencia traumática que fue el término la URSS con la Perestroika?

Los cubanos acumularon una enorme experiencia en reformas positivas y negativas. La tragedia de la variante soviética es evidente y aleccionadora. El ejemplo chino también está a la vista. Ellos construyen su propio modelo del socialismo. La reforma es como la medicina. Si el reformista no cuida la dosis necesaria, el efecto puede ser dañino en vez de ser curativo. De la libertad es fácil caer en el libertinaje. En Rusia hemos visto de sobra los efectos de Perestroika.

Usted dijo que EE.UU. está perdiendo el control de América Latina, pero a la vez la apertura del entendimiento entre Washington y La Habana es interpretado como la apuesta de Obama por buscar una mayor influencia sobre la región ¿Acaso no es eso contradictorio?

Estados Unidos ya ha perdido el control que tenía antes sobre América Latina. Es obsoleto recordar la doctrina Monroe, la política del garrote, todas las formas de panamericanismo tradicional. El nacimiento de la Celac es la forma convincente de la madurez de la mentalidad latinoamericana y caribeña. La creciente presencia de China en el continente sudamericano es un factor que pesa más de lo que se ve en la superficie. EE.UU., que trató de aislar a Cuba, se vio en la situación de quedar aislado. Obama se dio cuenta de eso. Por eso trata de conservar los puentes y reparar aquellos destruidos.

¿Cómo se entiende el siguiente enredo: que Raúl Castro elogie a Obama y Obama se enfrente con Putin, cuando Putin se acerca cada vez más a la Cuba de Raúl Castro? ¿Ya no cuenta eso de que “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”?

En el mundo bipolar todo era claro. Cuba para sobrevivir necesitaba un poderoso aliado, que era la URSS. Ahora el mundo es diferente. La Habana es parte de la familia latinoamericana y caribeña. Su cuerpo y alma están allí. La experiencia histórica demostró lo dañino que significó para Cuba su alianza con un solo aliado, independiente del poderío que este tenga en ese momento. Del trío que usted menciona (EE.UU., Rusia, Cuba) cada uno de esos estados tiene sus propios intereses y actúa de acuerdo a ellos. Es un triángulo donde no hay aliados, ni visibles enemigos con intereses en conflicto en el continente americano. Rusia y EE.UU. arreglan sus cuentas en otros parajes.


Cuando la entrevista ya había sido publicada en La Tercera, llegaron estas dos respuestas.

Hubo muchos momentos de tensión entre La Habana y Moscú. ¿Qué rol jugó usted en esos momentos?

Los momentos de tensión en las relaciones entre Moscú y La Habana fueron muchos, los más importantes se mencionan en el libro. Siempre cuando tenía oportunidad empeñaba todos los recursos para suavizar o limar definitivamente los obstáculos que causaban problemas. Las razones de carácter estratégicas lograban superar las diferencias de criterio menos importantes.

Cuando se produce lo de Playa Girón o Bahía de Cochinos en 1961 ¿es cierto que Nikita le dejó a usted su despacho de líder máximo para que averigüe lo que estaba pasando en Cuba?

En los días de la intervención armada de la brigada de mercenarios apoyados por la CIA yo realmente me encontraba en el despacho del presidente del KGB (Vladimir Semichastny) y reflejaba en dos mapas de Cuba la situación que pintaban las agencias informativas de EE.UU., por un lado, y la que resultaba según informaciones de la embajada soviética en La Habana y fuentes del gobierno Cubano. La diferencia resultaba abismal. Verdad y mentira, en rojo y negro. A ratos Kruschev llamaba para recibir la información fresca.