miércoles, 25 de noviembre de 2009

El documental sobre Feltrinelli


Para que la foto del Guerrillero heroico se convirtiera en la imagen más reproducida de la historia, se necesitó de tres personas. En primer lugar, el modelo, Ernesto Che Guevara, quien estaba en el podio durante la ceremonia fúnebre de las víctimas de la explosión de La Coubre. Después, el fotógrafo, Alberto Korda, quien retrató al argentino ese 5 de marzo de 1960. Y en tercer lugar, el divulgador, Giangiacomo Feltrinelli, el famoso editor italiano, quien obtuvo a mediados de 1967 dos copias de la fotografía de manos del propio Korda. La imagen había sido publicada solo en una ocasión en forma discreta en un diario habanero, convocando a una conferencia de Guevara. Pero al conocerse la muerte del Che, en octubre de ese año, Feltrinelli imprimió miles de afiches con la foto de Korda, lo que la convirtió en un verdadero mito e ícono revolucionario.

El controvertido Feltrinelli, miembro de una de las cuatro familias más ricas de Italia pero que se hizo revolucionario, pasó a vivir en la clandestinidad algunos años después, cuando formó un grupo ultrista y mantuvo contacto con los líderes de las Brigadas Rojas. En marzo de 1972, el cuerpo de Giangiacomo Feltrineli apareció bajo una torre de alta tensión en las afueras de Milán. Su cadáver estaba quemado y mutilado y rodeado por 43 cargas de dinamita. Nunca se ha aclarado la causa de su muerte.

Esta semana en Buenos Aires –en el marco de la Semana del Cine Documental Italiano, en la sala Arteplex- se exhibe un documental, dirigido por Alessandro Rossetto, que narra la vida y muerte del fundador de la editorial Feltrinelli y que, como su protagonista, no ha logrado eludir la polémica. Parte de la financiación del filme lo aportó la familia del editor por lo cual posee los derechos. Pero la dinastía Feltrinelli no quedó conforme con el trabajo del Rossetto, asi es que decidieron prohibir su exhibición en Italia.

Pese a su origen, Feltrinelli se vinculó en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial con la resistencia y después fichó por el Partido Comunista Italiano. En 1954, con al intención de publicar obras de contenido social y político, fundó en Milán Feltrinelli Editore, que luego ganaría prestigio. El primer tomo que publicó fue una biografía del indio Jawaharlal Nehru. En 1956 encontró en Berlín el manuscrito de la novela Doctor Zhivago de Boris Pasternak el cual lo publicaría en noviembre de 1957 en ruso e italiano. El libro fue prohibido en Rusia, causó la molestia de Moscú, y el PCI decidió expulsar al editor de sus filas.

Pero Giangiacomo Feltrinelli siguió con su izquierdismo y viajando por el mundo. Fue así como en 1964 llegó hasta Cuba donde quedó encandilado con Fidel Castro y el Che Guevara. Incluso en 1967 fue a La Habana buscando noticias del paradero de Guevara. Ahí fue cuando se apareció por el estudio de Korda. En ese mismo empeño llegó a Bolivia, donde logró encontrarse con el francés Regis Debray, que estaba en la clandestinidad.

El documental Feltrinelli –que ya se ha exhibido en Suiza, Alemania y Francia- comienza con imágenes de archivo en blanco y negro tomadas el día que su cuerpo fue encontrado. Junto con hacer un repaso a la vida del editor, muestra el trabajo de la casa editorial, pero en especial hace una descripción de la realidad editorial italiana.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Un fotógrafo épico y omnipresente

No hay un exponente de los clásicos fotógrafos de la Revolución Cubana que, como Ernesto Fernández Nogueras, haya cubierto tan ampliamente el período más emblemático de ese proceso. Fernández, quien este miércoles cumplió 70 años, apostó desde antes del triunfo revolucionario por captar la Cuba profunda; fue el primer “gráfico” que llegó a la zona de operaciones durante la invasión de Bahía de Cochinos o Playa Girón; retrató a Fidel Castro y al Che Guevara; cubrió como nadie la guerra del Escambray, y viajó a Angola y Nicaragua para captar la participación cubana en esos conflictos. En esta entrevista telefónica con Toda la noche oyendo pasar pájaros, Ernesto hace desde La Habana un repaso a su carrera y habla de su próximo proyecto.

¿Cómo llegó a la fotografía?

Eso fue bastante casual. Yo fui a trabajar en la revista Carteles a los 12 años, porque una de las directoras de las revistas que se editaban allí me conoció, y me dijo que para qué estaba estudiando, que mejor me fuera a trabajar con ella para que aprendiera un oficio. Que yo podía estudiar en la noche, ya que lo más importante en la vida es aprender un oficio. Ahí entré a la revista Carteles, y al año y pico de estar ahí, la revista cambio de dueño, para beneficio mío, porque llegó Carlos Fernández como director artístico. Me vió ahí, con 13 años, y me preguntó que hacía ahí. “Bueno practico dibujo, explanaje" que era como se llamaba el diseño antes. Y él me dijo, “ven que te voy a enseñar fotografía”. Ahí empecé esto.

¿Por qué comenzó a retratar a la gente pobre de Cuba?

Pues, como no permitían publicar fotografías a la gente que no era colegiada, a nosotros nos dejaban hacer uno o dos trabajitos al mes. Y bueno, teníamos que inventar trabajos, para poder competir, y llevar cosas agradables. Yo salía por las calles de La Habana a hacer fotografías, para después ponerles texto. Así empecé. Por eso tengo fotos como esa del Martí con los ojos tapados, del 57, la del Chori, la de Anselmo, en quien se inspiró Hemingway para hacer El viejo y el mar. Anselmo era un verdadero pescador, que yo lo conocí en su cabaña.

Y en eso triunfó la revolución.

Nosotros pertenecíamos al Movimiento 26 de Julio, porque en la revista Carteles se confeccionaba la versión clandestina del periódico Revolución. Ahí se revelaban las fotos que venían de la sierra y hacíamos otras cosas. Así nos incorporamos a la causa de la revolución.

¿Usted se relacionó con los otros fotógrafos emblemáticos de la revolución, como Korda y Salas?

Sí, porque toda esa gente venía de la revista Carteles, excepto (Osvaldo) Salas que venía de Nueva York. Yo ahí conocí a Guillermo Cabrera Infante, Caín, a Carlos Franqui, que eran compañeros míos de trabajo. (Raúl) Corrales venía de (la agencia de publicidad) Siboney y llegó a trabajar en la revista Carteles. Yo ahí hacía mis reportajes. De todo este grupito realmente salieron los fotógrafos de la época épica, de la década del 60. Ahí está Korda (Alberto Díaz Gutiérrez) y está Mayito (Mario García Joya), que se incorporó un poco después.

Pero a diferencia de ellos, usted retrató la revolución durante un período más extenso.

Realmente así ocurre. Claro, empieza la institucionalización de la Revolución, empiezan a oficializarse las cosas, y a mí lo que realmente me gustaba era el reportaje. Yo salí mucho con Fidel, pero cuando salía de viaje por el interior de Cuba. Por eso yo tengo las fotos de él con Sastre. Tengo las de la Crisis de Octubre: era el único periodista cubano que estaba ahí con (Anastas) Mikoyan. Cuando se conoce la muerte de la esposa de Mikoyan, Fidel se conmueve con él, y en medio de una discusión le dice “mañana te veo”, y al otro día Fidel lo lleva a Pinar del Río, un poco para aliviarle la presión, me imagino. Yo eso lo publiqué y además lo escribí. Yo he hecho muchos reportajes, y eso fue lo que seguí haciendo. Por eso yo me voy para la Lucha Contra Bandidos, porque yo pedí hacer reportajes y me pareció que era un hecho muy importante que estaba ocurriendo en Cuba. Por eso pido permiso y me voy para allá con Norberto (Fuentes). Después me metí en la Lucha Contra Piratas. Me fui dos meses con la Columna Juvenil del Centenario, me inscribí en una microbigrada para construir un edificio, pero no para que me dieran un apartamento, sino porque yo quería hacer un libro. De hecho fue el primer libro de fotografías que se publicó después del triunfo de la Revolución. Después me fui para Angola, y también tengo una muy buena colección de los cubanos luchando allá. Y también tengo una colección muy buena de los balseros.

¿Cuál de todos estos reportajes diría que es la clave de Ernesto Fernández?

Mira, esta misma pregunta me la hizo un periodista inglés y me quedé pensando. Porque ahora, el 26 de este mes, yo inauguro una exposición en Santa Clara de fotografías que, para mí, son las más importante del mundo. Durante 1959, hubo un congreso católico y trajeron a la capital a la Virgen del Cobre, y la pusieron en la Plaza de la Revolución. Eso era con antorchas, con todo, lleno de cosas, precioso. Y yo salí con mi cámara y una película de 160 ASAS, que había sacado recién la Kodak, y yo me dije "voy a tomar esto con luz ambiente, como salga, todo aquello de noche". Llegué a la plaza completamente llena. En ese momento llegó Fidel y se robó el show completo. Esa colección cumple 50 años este 26, y voy aprovechar una actividad que hay en Santa Clara, para hacer la primera exposición sobre eso. Esa creo que esa es una de las cosas que más me ha gustado de todo lo que he hecho, incluyendo la guerra.

Más de Ernesto Fernández en (1) y (2).


martes, 10 de noviembre de 2009

Presencia de Dalia

Es común escuchar criticas hacia Fidel Castro por su obsesión, durante décadas, de sacar del objetivo público a su familia y mantenerlos -supuestamente- en una burbuja. De dejar a sus hijos fuera, como si no existiesen, sin contacto con sus primos, los hijos de su tío Raúl. De negarse a hablar de su vida privada en las entrevistas. De no mencionar a su mujer, Dalia Soto del Valle. Pero desde otro punto de vista, lo que hace Castro eso es una verdadera muestra de cariño por los suyos. Nada más. De sacarlos del escrutinio y la amenaza permanente. Y mantener para sí un pequeño espacio -su casa- de intimidad.

Pero las circunstancias han cambiado. Con los hijos grandes y el viejo retirado, se pueden dar ciertas licencias, como esa secuencia fotográfica de Paris Match, donde -por primera vez en forma autorizada- se puede ver esa escena hogareña de Fidel junto a su prole, y como Antonio Castro conversa con su padre. Se nota el relajo que se vive en esa casa. Y como son los hijos -cada uno con su historia- los que ahora se preocupan del padre y están ahí para apoyarlo.

Es el triunfo del cariño de un padre por sus hijos. Pero por sobre todo, estas fotos son testimonio del triunfo definitivo de Dalia desde el silencio. Es su momento. Un giro que se comenzó a percibir en 2001 con el desmayo de Fidel en un podio y ella se abrió paso para ver a su marido; cuando su presencia en la primera fila de las manifestaciones se hizo cotidiana, y ahora, al poner a sus hijos como celosos y cariñosos guardianes de su padre.