sábado, 24 de mayo de 2008

¡Llamen a un cura!

La investigación judicial de un caso de corrupción en Italia ha dado a conocer una arista, al menos inesperada, sobre lo que serían las intenciones del Vaticano en Cuba. La interceptación de un diálogo de supuestos conocidos de altos dignatarios vaticanos reveló un diálogo curioso. El personaje grabado, el empresario Roberto Alessio, actualmente detenido y quien se muestra muy cercano al cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado vaticano, sostiene que parte de lo que sería la supuesta estrategia del Vaticano hacia la isla es tratar de que Fidel Castro muera confesado.

"Quieren hacer morir a Fidel como católico y Bertone trabaja en esto desde hace tres años", dice Alessio en la grabación obtenida el 20 de febrero y que forma parte del sumario del caso. Además, asegura que “si les sale bien una operación de este tipo se meten a los estadounidenses en el bolsillo”. Incluso sostiene que con el éxito de algo así “meten la mano sobre Cuba y se la regalan a (Barak) Obama para la candidatura nueva". Poco antes el empresario piamontés había afirmado, refiriéndose al número dos del Vaticano: "Ya vi que también ahora viaja a Cuba. Me dijo: 'Nos vemos el 16 de marzo porque me voy a Cuba, después me voy a Estados Unidos y después a Armenia".

La investigación italiana es contra los integrantes de una red ilegal creada para cobrar comisiones por servicios de catering en escuelas y hospitales de la ciudad italiana de Génova.

sábado, 10 de mayo de 2008

Marambio rearma su libro

El empresario chileno-cubano, amigo de Fidel Castro y ex jefe de la escolta de Salvador Allende, Max Marambio, aseguró en un programa radial esta semana que a fines de año y comienzos del próximo publicará su libro Las armas de ayer en España, Italia y Cuba. Pero más interesante que eso es que las nuevas ediciones del libro contarán con un prólogo escrito por el premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez y con un nuevo capítulo redactado en tercera persona, que se sale del eje temporal del resto del texto original. En Las armas de ayer (publicado por primera vez en julio de 2007) Marambio cuenta su militancia en el MIR, su participación en el Grupo de Amigos del Presidente (GAP, el equipo de seguridad de Allende), el inicio de su relación con la Cuba revolucionaria y el golpe de Estado en Chile de 1973.

viernes, 2 de mayo de 2008

La Habana de Raúl

La ciudad no es la misma. Desde que Raúl Castro ocupa con propiedad el puesto de Presidente de Cuba, el 24 de febrero (y quizá desde antes también), sus anuncios y cambios parecen haber mejorado la vida cotidiana de los habitantes de la capital. Esto al punto de notarse en el rostro de los habaneros. Como es de costumbre, no hablan mucho de política. Pero ahora muy pocos se refieren a Fidel Castro, y son muchos los que reconocen su esperanza en la gestión de Raúl. De todas formas, lanzan frases como que no quieren nada con el capitalismo y que no quieren que nadie de Miami vaya a meterse en sus asuntos e intente gobernarlos.

Hasta el paisaje de La Habana parece renovado. Las calles están más limpias y los nuevos buses Yutong, de procedencia china y que han sacado de circulación a los odiados “camellos” (camiones con un trailer adaptado para llevar a cientos de pasajeros, propios del período especial), han ayudado a que los cubanos tengan un semblante más alegre, relajado y menos sudado. Sí. Esta nueva fase -que no sabemos cuánto durara- permite ver a habaneros vestidos de chaqueta y corbata, sin que sea una tortura bajo el sol del Caribe, en parte, gracias al flamante transporte público.

Incluso, un elemento característico de todos los años de la era de Fidel, ha comenzado a perder protagonismo. La propaganda gráfica, en cada cuadra, en cada muro despejado o en cada cartel oficial ya no es omnipresente. Ya no se ve la consigna revolucionaria a cada vuelta de la esquina. Ni el rostro de Fidel (al que se había sumado el de Hugo Chávez, últimamente) convocando a todos y a cada uno a “hacer revolución” en cada barrio. La mano y el estilo de Raúl Castro son claros. Su escaso interés por figurar (demasiado), que algunos interpretan como su gusto por operar desde las sombras, se percibe en cada rincón, en cada calle.

El contrapunto entre los hermanos Castro es inevitable. Mientras uno se preocupaba más por su poder, por su lugar en la historia, por sus batallas, y (como no) por su salud, el otro, siempre ha sido el gran organizador, preocupado del bienestar de sus subalternos, de su tropa y ahora de sus ciudadanos, aunque con escaso interés por el propio estado físico, ya sea en costumbres y aficiones. Como no, eran el número 1 y el número 2. Y La Habana comienza a notar que se están invirtiendo las posiciones.