sábado, 10 de enero de 2009

El abrazo contaminante

Cuentan los antiguos que el arma más certera que tenía el máximo líder de la Revolución no era su fusil con mira telescópica ni sus pistolas Browning o Steichin que acostumbraba portar al cinto, sino que el llamado “abrazo contaminante”, un dispositivo circunstancial –no necesariamente de proximidad física– que le permitía anular a sus detractores, sacar del camino a sus posibles amenazas y arruinar a sus enemigos.

En estas más de cinco décadas (ya que el uso de aquel “abrazo” comienza antes del triunfo de su insurgencia en 1959), la lista de quienes se vieron afectados por este elemento, considerado por algunos como supersticioso, es prácticamente interminable. Desde presidentes de EE.UU., gobernantes latinoamericanos, líderes soviéticos, opositores políticos y los más diversos personajes que se enfrentaron o se cruzaron con el Comandante en Jefe.

“El abrazo aparentemente cordial de (Fidel) Castro para sus visitantes, sin embargo, pudo volverse pronto letal, una vez que comprendió el poder total que tenía sobre ellos”. Así se refirió sobre el tema la norteamericana Georgia Anne Geyer, en su biografía sobre el líder cubano El patriarca de las guerrillas.

Como ejemplos del efecto de este poder se destacan los casos de tres chilenos. Sin duda, el más importante es el de Salvador Allende. El político chileno viajó insistentemente a La Habana en los 60 y lo volvió a hacer cuando era Presidente, y siempre se encontró con Castro. La contaminación, eso sí, se empezó a notar tras la larga visita del dirigente isleño a Chile a fines de 1971, tras la cual comenzó el declive y el período más complejo del gobierno de la Unidad Popular, que terminó en el golpe de Estado de 1973 y la muerte del mandatario. Para el máximo jefe de la Revolución Cubana, Allende y su vía pacífica al socialismo, representaba una amenaza para su apuesta política y su liderazgo continental.

En febrero de 2002, el líder de la derecha chilena y quien aparecía como el seguro ganador de las elecciones presidenciales, Joaquín Lavín, hizo una apuesta arriesgada y viajó a La Habana, ocasión en la que se encontró en dos oportunidades con el entonces Presidente cubano. Algunos podrán decir que el destino y la derrota de Lavín en los comicios de 2004 pudieron estar determinados por el desgaste del candidato y/o por la aparición de un rival fuerte del mismo sector político, como fue Sebastián Piñera. Pero no se deben descartar los efectos de su paso por las calles habaneras.

Norberto Fuentes, autor de La autobiografía de Fidel Castro, escribió en marzo de ese año un artículo en el que analizaba el viaje de Lavín, y lanzaba algo que ahora parece una profecìa. "Desde luego, debemos pensar que alguien en Chile esté queriendo dañar el futuro político de Lavín, colocándolo a la distancia de captura del abrazo contaminante. Fidel conoce que el talón de Aquiles de la política chilena reside en sus ofuscamientos legalistas. En este terreno Fidel tiene la experiencia de haber lidiado con un Chile mucho más difícil, que fue el de Allende, y contribuyó decisivamente a derrocarlo con uno de esos abrazos, pero uno largo, muy largo, interminable".

“Bobito” y “"nuevo testaferro de Estados Unidos en la región", fueron los calificativos que Fidel Castro usó para referirise a José Miguel Insulza, entonces ministro chileno del Interior y recién elegido secretario general de la OEA, en mayo de 2005. El enojo del gobernante cubano se debía a los comentarios de Insulza quien sostuvo que la OEA debía promover la democracia en todos los países, incluyendo Cuba. Para nadie es un secreto que el chileno -quien se encontró con Castro en enero de 1996, en Cuba, cuando era canciller- buscaba el cargo en ese organismo regional, como un trampolín para de ahí saltar a una candidatura presidencial y llegar así a La Moneda. Se desconocen los alcances del contagio del que hemos escrito y si este se puede extender por medio su hermano, Raúl Castro, pero resulta llamativo que pocas semanas después que Insulza se reuniera en Costa do Sauípe (Brasil) con el nuevo Presidente cubano –en un hecho inédito entre un secretario general de la OEA y un dirigente isleño, considerando que Cuba fue expulsada de ese organismo en 1962-, el chileno desistió de su candidatura presidencial y asumió su fracaso político.

No está claro si los efectos de ese dispositivo están aún vigentes, por lo que se ignora si la Presidenta Michelle Bachelet, quien el próximo mes realizará una visita a la isla, se podría ver bajo el influjo de ese “abrazo”. Tal vez no sería malo si antes de viajar, de reunirse con el actual Presidente y ante la posibilidad de un eventual encuentro con el Comandante en Jefe, la gobernante chilena busca los consejos, la ayuda y, si se puede, la protección de un sacerdote yoruba.

FOTO: Fidel Castro abraza al cosmonauta Yuri Gagarin.