El 'compló' cubano
Jorge G. Castañeda
9 de abril de 2009
Diario Reforma (México)
En Newsweek di una interpretación de la purga estaliniana en Cuba en marzo que provocó cierto revuelo en algunos países de América Latina. Sugerí -a partir del texto de Fidel explicando la defenestración de Lage y Pérez Roque, de un cierto seguimiento de las luchas intestinas de la Revolución cubana desde hace 35 años, y de algún conocimiento de los fines de régimen en los países socialistas- una explicación que, como dijo Teodoro Petkoff, el ex guerrillero venezolano y actual director de periódico, Si non e vero, e ben trovato.
La hipótesis consistía en una conspiración, ideada y puesta en práctica por Lage, Pérez Roque, el jefe de Relaciones Internacionales del PC, Fernando Ramírez, y otros, incluyendo a Hugo Chávez, contra Raúl, pensando que contaban con el beneplácito de su hermano mayor. Fueron descubiertos y desterrados, en el mejor de los casos al "Plan Pijama" -equivalente tropical de Siberia- pero no sin antes humillarlos y denostarlos ante la "opinión pública" por "ambiciosos", "indignos" y traidores. La razón del intento para derrocar/cercar a Raúl era evidente, en mi opinión. Éste había comprendido, por fin, que los cubanos no aguantaban más miseria y que la única manera de terminar con ella era entenderse con Estados Unidos, y ese entendimiento implicaba poner en juego el poder: lo que era herejía y blasfemia a ojos de los talibanes cubanos y del cacique de Caracas. Insistí en la total ausencia de pruebas para esta tesis y que sólo provenía de una especulación más o menos informada.
Hoy contamos con un par de elementos nuevos, que no confirman el "compló", pero sí lo vuelven verosímil. El primero, menos importante, es el aparente retiro, hace 10 días, intempestivo y ofensivo para su persona, del embajador de Cuba en Venezuela, Germán Sánchez. Le habrían dado 24 horas para abandonar su cargo, irse a La Habana y confesar su participación en la conspiración, actuando como enlace entre Chávez y Pérez Roque, ¿será?
El segundo ingrediente, más significativo, se halla en dos artículos publicados en El Mundo de Madrid y en The New York Times, hace tres días, sobre el caso Conrado Hernández, el empresario vasco-cubano detenido en el aeropuerto José Martí, 10 días antes de la purga. Según los diarios -el reportaje de El Mundo escrito por un autor con antecedentes tenebrosos-, Hernández grabó múltiples conversaciones, con copas, entre Pérez Roque, Lage, Ramírez y él mismo, en su casa, donde despotricaban contra Raúl, su edad, salud y posturas políticas -según la nomenklatura cubana- para entregarlas a los servicios secretos españoles (para algunos, un non sequitur).
Las grabaciones eran el pretexto para quitarles títulos y dignidad, pero también para que Raúl, días después, las compartiera con los miembros del Buró Político y con otra instancia superior. El propósito de hacer escuchar las grabaciones, según el NYT, estribaba en desacreditar a los traidores, y contrarrestar la ovación con la que Pérez Roque fue despedido del MINREX al ser destituido. Volvemos a las grabaciones de la Causa 1 (Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia), y al viejo dicho: quien a hierro mata, a hierro muere.
Todo esto no es concluyente, pero como fundamento para una teoría, no está mal. Cada día creo más en la teoría de la conspiración, porque así terminan los regímenes estalinistas. Pero reconozco que mi querido y viejo amigo (y colega en la "tenebra") Norberto Fuentes me ha puesto a dudar. Según él, "viejo chango no aprende maroma nueva": Fidel no puede vivir sin la confrontación, y es muy capaz de inventar una conspiración donde no la había -un "compló sobre el compló"- para construir la plataforma de su último, y quizás más aciago combate: en contra de la reconciliación con EU y hoy con Obama, a la que como desde 1959, Castro se opone porque no puede vivir sin conflicto. De eso hablaremos la semana entrante, en la víspera de la Cumbre de Trinidad y Tobago.