domingo, 5 de abril de 2009

Un chileno inexperto en La Habana

Uno sale con algunos recuerdos bastante deshilachados desde La Habana. Por ejemplo, que se pueden tomar siete mojitos en el día sin emborracharse. Que José Martí, a juzgar por la estatua del Parque Central, es igualito a José Manuel Balmaceda. Que Guantanamera es una canción que siempre me ha gustado y no lo sabía. Que fumar un habano sin saber fumar te hace tira la garganta. Que la Bodeguita del Medio es inmensamente chica.

En fin. Habría que decir que se llega a la capital cubana con cierta ansiedad. Alguien que nunca antes ha estado aquí tiende a fijarse en todo: primero en el aeropuerto que es como el aeropuerto de Santiago de los 70 y luego en los letreros de propaganda revolucionaria regados en la carretera. Por la ventana del minibús se leen cosas como ésta: "La libertad no se puede bloquear. Aquí no hay miedo". Otra: "8 horas de bloqueo equivalen a los materiales para reparar cuarenta círculos infantiles". ¿Círculos infantiles? "Son como sus jardines infantiles", me dice Navor, el guía del grupo. Hay varios mensajes en el mismo tono: "Dos horas de bloqueo equivalen a todas las máquinas de braille del país". "Tres días de bloqueo equivalen a todos los útiles escolares de un curso completo". Y así, uno tras otro, y vamos sacándoles fotos hasta que es evidente que da lo mismo, porque van apareciendo cosas mejores.

Para ver el resto de la crónica de Gazi Jalil pinche aquí.