El obispo de Pinar del Río, Jorge Enrique Serpa, responsable de las pastorales Penitenciaria y de Salud de la Conferencia Episcopal cubana confirmó que existe esta autorización y explicó que "cada diócesis ya tiene esta comunicación". "Cada obispo verá como hacerla cristalizar según las posibilidades y las necesidades de los reclusos", señaló.
En los últimos años se ha visto una mejora del culto religioso en la isla. En la Navidad de 2008, el arzobispo de La Habana, Jaime Ortega, y otros cuatro obispos católicos cubanos pudieron oficiar misas en varias cárceles de la isla, por primera vez desde el triunfo de la Revolución, hace 50 años. Después, en la Semana Santa de este año y de manera "esporádica" las autoridades de la isla han permitido la actividad pastoral en algunas cárceles.
De acuerdo a la nueva norma en curso desde este mes, el sacerdote podrá ir a las penitenciarías acompañado de un equipo de laicos, oficiar misas una vez al mes, y todo esto se añade a las visitas personales que individualmente pueden realizar los párrocos. José Aurelio Paz, portavoz del Consejo de Iglesias de Cuba (que agrupa a más de 50 confesiones evangélicas), detalló a EFE que estas medidas fueron consensuadas en una reunión el pasado 10 de septiembre con las autoridades cubanas, y que se aplicarán con periodicidad mensual. Refirió que en cada prisión habrán dos equipos de cinco capellanes, acompañados por laicos, podrán utilizar "elementos de significación religiosa como crucifijos, biblias y libros de canto" y podrán incluso introducir cámaras para fotografiar sus reuniones. Paz dijo que estas facilidades no han sido aplicadas a los cultos afrocubanos, que en los últimos años han crecido entre el pueblo cubano y son cada vez más visibles.
Las relaciones entre la Iglesia Católica y el Estado cubano han transitado por altibajos tras la llegada al poder en 1959 del gobierno revolucionario. Pero tras la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, en enero de 1998, se posibilitaron nuevos diálogos y se recuperaron tradiciones religiosas, como la celebración oficial de la Navidad y la autorización de las procesiones públicas, que habían permanecido prohibidas hasta entonces.