sábado, 16 de febrero de 2013

Conversos en La Habana


El director de L’Osservatore Romano, Gian Maria Vian, afirmó que la decisión de Benedicto XVI de renunciar el 28 de febrero a su pontificado fue tomada tras el viaje, en marzo de 2012, a México y Cuba. En su paso por La Habana, el Papa recibió en la Nunciatura a un Fidel Castro ya retirado y con actitud piadosa (nadie ha podido afirmar si era solo apariencia o algo más). Dicen que el cansancio que experimentó en ese recorrido por tierras americanas lo convenció que no tenía las fuerzas suficientes para seguir conduciendo a la Iglesia Católica. Sin embargo, son demasiadas las coincidencias relacionadas con aquel periplo que surgen a la vista en lo que a razones e inspiraciones habría tenido Benedicto XVI para dar un paso al lado en el Vaticano.

Sin ir más lejos, el último gobernante o jefe de Estado que cedió el poder absoluto con el que contaba fue Fidel Castro. Desde 2006 el líder máximo de la Revolución Cubana vive retirado de la vida pública en un régimen de semiclaustro en una zona del oeste de La Habana. Por cierto, un retiro desde donde periódicamente sigue dando señales de que si bien no tiene la fuerza y capacidad de antaño, sigue ahí. En la Cuba comunista, Fidel estableció casi desde el comienzo que su relevo natural y oficial era su hermano, Raúl Castro. Todos —incluido el mismo Fidel— consideraban que ese relevo debía venir con la muerte del Comandante en Jefe. Pero las circunstancias (llámese diverticulitis) hicieron que el traspaso se hiciera con Fidel en vida; una experiencia que resultó a todas luces (para moros y cristianos) beneficiosa y alejada de todo el traumatismo que implica la desaparición repentina y definitiva del máximo líder. Ya de eso hace más de seis años, desde que Raúl Castro tomó las riendas y que las ha llevado con un pragmatismo abismante.

Históricamente los reinados de los papas concluyen con su muerte. Se trata de un cargo vitalicio. Pero Joseph Ratzinger decidió dejar vacante el sillón de San Pedro en vida pese a la tradición de 20 siglos. Una decisión revolucionaria, controvertida y con múltiples interpretaciones. A partir de marzo será sólo arzobispo emérito de Roma y se retirará a vivir primero en Castelgandolfo y luego al convento Mater Ecclesiae. Como en la enorme mayoría de los casos la elección de los papas se hace tras la muerte del predecesor, resulta imposible una presión de quien era hasta hace unos días jefe de la Iglesia. Pero en el actual escenario, y pese al anunciado retiro, no es imposible pensar que el entonces ex Papa (¿existe esa figura?) ejercerá alguna influencia y moverá sus fichas en el cónclave con tal de que su sucesor mantenga la línea trazada por él en sus siete años de papado y concluya las tareas emprendidas y que han quedado inconclusas. El propio hermano del Pontífice, Georg Ratzinger, citado por el diario El País de España, no se muerde la lengua al afirmar que Benedicto XVI “no ejercerá ningún tipo de influencia indeseada” en la elección del próximo Papa. De ser así, sería una hábil jugada para mantenerse en la partida por un tiempo, impedir que su camarilla tome el poder en su nombre en caso de que él esté demasiado enfermo, y evitar que un sucesor barra con lo sembrado y enrumbe por otro camino.

Sólo Benedicto XVI sabe la impresión que le dejó y los pensamientos que se cruzaron por su mente ese 28 de marzo de 2012 al encontrarse con Fidel Castro, acompañado por su esposa y dos de sus hijos. Él, que había tenido todo el poder en sus manos, había pasado a retiro. Él había supervisado cada uno de los pasos dados en las semanas y meses de la transición. Todo comandado por el mejor, el más experimentado y más preparado de sus hombres: su hermano. Él, que había colgado la guerrera verde olivo, estaba dedicado a reflexionar y al reposo. ¿Por qué yo no?