Este texto ha sido escrito por el ex coronel del Ministerio del Interior cubano, Filiberto Castiñeiras, quien fue ayudante ejecutivo del general cubano Pascual Martínez Gil, cuando era jefe de Tropas Especiales y mientras se desempeñó como viceministro del MININT, hasta el año 1989. Castiñeiras, que entre muchas misiones estuvo en Chile hasta pocos días antes del golpe de Estado de 1973, conoce como pocos los pasillos y los mecanismos del poder cubano. Pese a que salió de Cuba en 1993 y a que desde entonces vive en Florida, Estados Unidos, esta es la primera vez que publica un artículo de su autoría.
Recientemente se han cumplido dos años desde que Fidel Castro anunciara su retiro temporal por razones de salud como jefe de gobierno. Hasta entonces nadie había imaginado que sucedería algo así. Nadie hubiera pronosticado un desenlace de esta manera. Los que de alguna forma de verdad conocían a Fidel, presumían que nunca abandonaría el poder y que su intención siempre sería irse al otro lado con las botas puestas. Pero, para sorpresa de todos a partir de su repentina y grave enfermedad, cedió, de forma provisional, inicialmente, la presidencia de los Consejos de Estado y de Ministros.
Qué sorpresa. Después de casi 47 años de poder absoluto delegaba el mando. Y lo hacía con una asombrosa naturalidad, con la seguridad de que lo que estaba haciendo era lo que tenía que hacer, porque, además, quería hacerlo. Garantizaba así, la continuidad de lo que él considera su obra, dándole, en cierta forma, seguridad a los que le acompañaron en su revolución.
También por aquella fecha, quedaron grabados en los medios escritos, radiales y televisivos de Miami los innumerables pronósticos y aseveraciones de que Fidel Castro no podía, porque no se lo íbamos a permitir, ceder el poder. No podía permitirse en Cuba una dinastía. No habría sucesión de poderes. Recuerdo cuando estuvo de moda aquello de: “Ni sucesión ni transición”. Por cierto, ¿han oído alguna otra vez aquel eslogan? Y ¿qué pasó en Cuba? Sucedió lo que nadie había vaticinado.
Lamentablemente, en muchísimos casos, quienes se dedican a examinar la situación cubana lo hacen a partir de publicaciones, especulaciones o rumores, que los llevan a mantenerse siempre en una posición defensiva, es decir, hablando de lo que pasó en el combate anterior y aventurándose a pronosticar lo que va a suceder en el próximo. Después rogarán a “sus santos” para que se cumplan sus augurios.
Pasemos la página para no referirnos a los actores de cualquiera de las novelas de la televisión local. Muchos de ellos no cumplieron los requisitos para trabajar ni siquiera de “extras” y hoy, cuentan sus actuaciones protagónicas en los grandes escenarios. Algunos hablan con tal desfachatez ante las cámaras, que en su casa ni se lo creen ni se lo permiten. Quizás lo hacen para bloquear en su mente las veces que, ocupando algún cargo, mojaban los pantalones con sólo recibir una llamada telefónica "de arriba”.
El problema para muchos de estos analistas es que no conocieron nunca a Fidel Castro, o lo conocieron a mediados del siglo pasado. Peor aún, si lo trataron alguna vez, jamás aprendieron a conocerlo. Nunca han querido tener en cuenta que, además de autócrata, tirano y todos los epítetos que le cuelgan a diario, es un hombre que ha sabido manejar la política a su favor. Que es tozudo, voluntarioso, impredecible y que siempre esta pensando, en su interés, al menos dos pasos delante de muchos otros que han llegado al poder de cualquier manera.
Estas características de Fidel descarta las innumerables comparaciones que a diario se establecen con otros gobernantes defenestrados en regímenes también autoritarios en cualquier parte del planeta o las "soluciones de manual", que se aplicaron en Europa del Este, sin tener en cuenta la idiosincrasia del pueblo cubano, independientemente que las vicisitudes y las ansias de libertad puedan ser las mismas.
Muchos somos los que vivimos hoy fuera de la isla deseando la solución del problema cubano y para lograrlo, no podemos seguir permitiéndonos fantasías mentales, en las que algunos, no siempre bien intencionados, nos quieren mantener danzando de nube en nube, a veces con música propia y otras con el último danzón que nos envían desde la isla.
La solución no está en el sombrero de ningún mago. Tampoco creo que son medidas unilaterales de uno u otro extremo las que resuelven el problema. En éstas ya hemos andado por mucho tiempo y el resultado ha sido el dolor y el sacrificio que por momentos alimenta la desesperanza. Los beneficios que pudieron haber emergido de estas casi cinco décadas de batallar constante, han caído del otro lado del campo. Victorias pírricas que el enemigo supo explotar en provecho de sus bien organizadas campañas de propaganda.
Fidel Castro puede estar debatiendo para sus adentros si, ante la inminencia de su muerte, se apresuró mucho en ceder el poder real que hoy le es más difícil recuperar. La imposibilidad de actuar, en un hombre como él acostumbrado a la omnipotencia, será la llama que lo consumirá en la misma hoguera que hizo para otros.
Para todos los cubanos, los de aquí y los de allá, estamos obligados a mirar hacia el futuro con la única idea de salvar nuestra nación y cortar de una vez el sufrimiento que nos abate. En el transcurrir cíclico de la historia, se avecinan con apresurada inmediatez, cambios que dejarán sus huellas al reemplazar formas de hacer y decir. El mundo esta presto a evolucionar ante la amenaza de sucumbir. Seamos parte de la historia y hagamos la adecuación mental que necesitamos para lograr una solución práctica, inteligente y justa. Solución que sin demagogias, nos lleve a un porvenir mejor para todos los cubanos.