Norberto Fuentes
Es previsible que Fidel Castro se encuentre en estos mismos instantes buscando los puntos de contacto con Barack Obama. No importan las conveniencias a flor de piel de John McCain. Si los resultados de las encuestas son tan sólo aproximados, ya sabemos quién es el próximo Presidente. Y la crítica situación social y económica de Estados Unidos deja con una escasa reserva de oxígeno al partido gobernante. Así que Fidel tiene que olvidarse de ese eterno apoyo subliminal de los republicanos. El discurso de la confrontación, sobre el cual aún navega, no estará más a su alcance en lo que le queda de vida, es decir, los dos próximos períodos presidenciales americanos. El mismo machaque de los últimos 50 años ya no será factible. Fue una guerra de palabras beneficiosa para ambas partes. Le permitía al Partido Republicano garantizar el voto cubano de Florida y a Fidel las justificaciones que proporcionaba el inminente ataque imperialista. Una bondad adicional es que Fidel tiene en su gaveta el expediente vietnamita de McCain, detalle tan engorroso como importante. Fernando Barral, un sicólogo, que ha sido descrito como “hábil e inteligente”, fue enviado a Vietnam especialmente para interrogar a McCain. Fue parte de la estrecha colaboración entre Cuba y Vietnam durante la guerra. Obama es otro asunto. Obama es lo inesperado. Es la incertidumbre. ¡Si lo ha sido incluso para el propio establishment americano! De cualquier manera hay un par de asuntos que ya Fidel debe dar por descontados. No es momento para que le falle su acostumbrado y despierto pragmatismo. Pero es un hecho que Obama le va a quitar una buena parte de su discurso antiimperialista y que en América Latina y el resto del Tercer Mundo al candidato afroamericano lo van a mirar como uno de los suyos. El peor de los escenarios, sin embargo, está aún por dilucidar, el que debe tener a Fidel con todas las alarmas disparadas: que Obama encuentre los resquicios para forzarlo a negociar en serio y ponga a temblar el dichoso embargo y todas las otras trabas que entorpecen la vieja frontera marítima. Que haga una oferta que Cuba no pueda rechazar. Será el día del fin inexorable del ensayo revolucionario, a menos que en La Habana sigan siendo pragmáticos y sepan adelantarse y además guiar esa cooperación en función del resto del continente. Porque la realidad es que la derecha latinoamericana y los neoliberales no verán con muy buenos ojos al afable y avispado Obama. La incertidumbre. Si algo no le gusta a Fidel, es eso: la incertidumbre.