General de Aviación,
combatiente de Playa Girón
Hace unos cuantos meses visitando a un amigo norteamericano, profesor de la Universidad de la Florida en Gainsville, salió a la conversación el tema cubano. Inevitable. Comenté lo reñida que serían las elecciones del 4 de noviembre. No dominaba bien la política local. Me parecía que no era fácil para los retadores demócratas desplazar de los tres escaños del Congreso a los actuales titulares republicanos.
Mi amigo soltó una de sus sonrisas, para mí características, sin apenas mostrar los dientes, y detuvo la conversación y me invitó a salir con él en su automóvil hacia la biblioteca universitaria. En el trayecto, con la franqueza que caracteriza nuestra amistad, me dijo que el daño más grande que el castrismo y la derecha de Miami le había ocasionado a los cubanos era que ya no creíamos nada, a la vez que creíamos todo. Que el grado de credibilidad decidía nuestro poder de análisis y el grado de aceptación de una verdad o una mentira.
Salió a relucir el embuste con que el difunto ex congresista (del período republicano cubano) Rafael Diaz-Balart le había tomado el pelo a la comunidad cubana. Su alegato visionario oponiéndose a la amnistía de los asaltantes al Moncada jamás salió de sus labios.
Diablos. Era muy difícil de creer. Hasta que el director de la Biblioteca le entregó a mi amigo un microfilm. Ante mis ojos, como un fantasma salido del closet de la historia, apareció el hemiciclo del Capitolio Nacional cubano y los períodos de sesiones de la Cámara de Representantes en el Vigésimo Cuarto Periodo Congresional del 2 y 3 de Mayo de 1955, conducido por su presidente, Gastón Godoy y Loret de Mola, y los secretarios Andrés R. Pupo Sánchez y Eugenio Cusidó Torres, donde se debatió ampliamente la amnistía a los asaltantes del Moncada y donde única y exclusivamente votó en contra el representante José del Toro Cabrera. El resto de los congresistas -incluyendo Rafael Díaz-Balart- votaron a favor y no existió ningún discurso visionario rechazando dicha amnistía. El director de la biblioteca universitaria nos imprimió una copia de dicho documento. A mitad de camino hacia el parqueo, mi amigo decidió volver sobre sus pasos. Minutos después se acercó sonriente: “Pedí notarizar el documento, tú sabes como son estas cosas en política, a alguien se le puede ocurrir venir y tratar de desaparecerlo”.
La fábula sobre el famoso discurso de Rafael Díaz-Balart ha sido utilizada ampliamente en el sur de Florida por sus hijos sucesores en la política local.
Abraham Lincoln, Presidente de Estados Unidos, dijo con sabiduría: “Se puede engañar un tiempo a todo el pueblo. Se puede engañar todo el tiempo a parte del pueblo. Pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”.
Otro viejo refrán. Ha sido muy utilizado en la política norteamericana. Se originó en los años 40. Es del gran campeón de boxeo Joe Louis en vísperas de la pelea en la que retaba al titular Billy Conn: “You can run but you can´t hide”, dijo el pugilista. Puedes correr pero no te puedes esconder. Yo le agregaría: “Puedes engañar pero no te puedes burlar” y esta ha sido una de las burlas mas groseras que haya tenido que soportar la comunidad cubana exiliada. El Nostradamus del patio terminó siendo un Pinocho de yagua. Aunque postmortem.
Para ver el original del período de sesiones correspondiente del Congreso cubano pinche aquí.