El gobernante cubano necesitaba comprobar en estos meses que su hermano estaba retirado de las funciones ejecutivas, ya que su presencia aún era (y es) poderosa. Y para eso mismo debe haber enviado aquellas muestras de reforma, no para sondear al pueblo cubano sino a Fidel. Además Raúl necesitaba consolidar su poder en el aparato, algo que aún controla -al menos en los papeles- Fidel, y detectar los posibles focos de rebelión futura. Y por último necesitaba sentir que el mundo -con un Obama en la Casa Blanca, con una Rusia fortalecida y una América Latina interesada en entenderse con La Habana- entendía que él era el hombre a cargo y no el Michael Corleone en proceso de aprendizaje bajo los influjos del Don.
La salida de Felipe Pérez Roque de la Cancillería cubana había sido cantada en agosto de 2006 por Norberto Fuentes. "Demasiado brutal para tenerlo de canciller en unas circunstancias que prometen una diplomacia de sonrisas y amabilidades, aunque en dependencia desde luego de que la presión internacional se mantenga en su nivel actual", dijo entonces el autor del La autobiografía de Fidel Castro. Pérez Roque saltó del Grupo de Apoyo de Fidel al Minrex en 1999 para reemplazar a Roberto Robaina, por culpa de la guerra de Kosovo.
Pero el relevo de Carlos Lage como secretario del Consejo de Ministros es la mayor muestra de que Raúl está al frente en propiedad y que está dispuesto a emprender sus propios derroteros, marcar su ritmo, imponer su estilo y dejar su huella. Lage es reconocido mundialmente como el responsable de conducir el proceso de reformas y apertura económica que, en los 90, el gobierno de Fidel puso en marcha para paliar la crisis provocada por la desaparición de la Unión Soviética.
Ahora falta saber por donde irá esa conducción y quien ocupará en los hechos el rol que tenía Lage, la cara amable y responsable del régimen en el exterior.
La remodelación del gabinete cubano, que fue anunciada en un comunicado por televisión oficial, se produce mientras en Estados Unidos se está debatiendo la idea de suavizar el embargo que Washington impuso a Cuba hace ya 45 años. Un debate que estaría teniendo sus efectos en el diario El Nuevo Herald con la renuncia de su director, Humberto Castelló, y los despidos de los periodistas Benigno Dou, Tony Espetia y Andrés Reynaldo.