Es un apasionado trompetista y un convencido revolucionario. Eso sí, esconde un enorme secreto. Nada de lo que puedan estar pensando. Pepe es un vampiro y su tío es el científico Werner Amadeus von Dracula, quien ha encontrado la fórmula para que su querido sobrino pueda disfrutar del sol y las bondades de La Habana de los años 30: el Vampisol. Así, sin saber su origen, Pepe, o Joseph, ama con locura a su novia, Lola, combate a la dictadura de Machado e incluso desafía al jefe de la policía poniéndole los cuernos con su mujer. Eso es parte del argumento de la película de animación Vampiros en La Habana (1985), de Juan Padrón. Y quien pone la música en la trompeta de Pepito es nada más ni nada menos que Arturo Sandoval, el mismo al que la semana pasada el Presidente de Estados Unidos le impuso la Medalla de la Libertad, al igual que otros 16 personajes estadounidenses, incluido Bill Clinton.
Obama destacó que Sandoval es "uno de los trompetistas más reconocidos en el planeta" y recordó que fue arrestado en Cuba por escuchar jazz en la radio del gobierno estadounidense La Voz de América. "Músicos como él han sacrificado tanto por tocar" jazz, declaró Obama. Pero el gobernante no dijo nada de Pepe, ni del Vampisol, ni de que Sandoval, al igual que el sobrino de Von Dracula, fue un ferviente revolucionario. Tampoco que fue militante del Partido Comunista de Cuba, que formó parte de Irakere, que organizó muchos festivales de jazz en la isla y que hizo escenario suyo el teatro Karl Marx. Como si lo bueno de su historia hubiese comenzado cuando se marchó a Estados Unidos.
Vampiros en La Habana llegó a Chile en los años finales de la dictadura y se exhibió en algunas salas de cine-arte, como el Normandie y El Biógrafo, en Santiago. Para muchos de nosotros los “¡Abajo Machado!” los leíamos como “¡Abajo Pinochet!”. Quizá por eso me quedo con Pepito, que pese a reconocerse luego como un vampiro, se mantuvo firme junto a sus convicciones y sus ideales.