jueves, 11 de septiembre de 2008
El miedo no come aquí
El paso por Cuba de los huracanes Gustav e Ike (que nombres más propios de la Guerra Fría, como si se tratase del derrotero de un gigante ruso y otro norteamericano) bien pudo haberse tratado de un ensayo o una prueba para ver cuan preparado está ese país ante la eventualidad de un impacto nuclear. La isla, durante cinco décadas en la primera línea de fuego del llamado mundo bipolar, se repensó por años para esa eventualidad. Después de recibir en un período de 10 días a dos poderosos ciclones, uno de los cuales arrasó su territorio de oriente a occidente, Cuba registró millonarias pérdidas materiales (entre 3.000 y 4.000 millones de dólares) y un saldo de sólo cinco personas muertas (en Haití hubo más de 300 fallecidos y en EE.UU. 26, claro que sólo por Gustav). Pero mostró también la capacidad y organización de un aparato y un pueblo preparado para enfrentar y resistir los elementos. Desde Miami, algunos sostienen que todo esto pone en entredicho la gestión de Raúl Castro, pero evitan mencionar las diferencias de reacción entre el caso cubano y la vergonzosa experiencia de Katrina en Nueva Orleans, hace tres años. Y eso que todavía no les llega Ike.