Y andar por los caminos de Rapa Nui me llevó a pensar en las diferencias y similitudes con la isla de Cuba. Ambas están habitadas por pueblos orgullosos. Tanto así, que los pascuenses poco se parecen a los apocados y grises chilenos del continente. Por el contrario, muchos de sus cerca de 4.000 habitantes van por la vida con su pelo largo, sus cuerpos tatuados y defienden a muerte su isla, un verdadero museo a cielo abierto.
Ambas islas viven en un virtual aislamiento y el tema del abastecimiento es recurrente. Mientras Cuba ha enfrentado el bloqueo estadounidense por cinco décadas, pese a estar a 150 kilómetros de las costas norteamericanas, Rapa Nui, a 3.700 kilómetros de la costa chilena de América del Sur, depende de la llegada diaria de aviones desde el continente y del arribo cada mes y medio de un barco que abastece a la isla con la más variada mercadería.
En Isla de Pascua no hay transporte público lo que hace que los locales se movilicen en autos, camionetas y/o motos, muchos de ellos no muy bien mantenidos, lo que me recordó el persistente olor a combustible que emana de los vehículos que deambulan pese a todo en las calles habaneras.
Rapa Nui vive entregada 100% al turismo y está absolutamente regulada por las normativas estatales, ya que un tercio de la isla es un parque nacional, otro tanto son terrenos fiscales y el territorio restante está bajo el manto protector de la ley indígena. Esto hace que produzca muy poco para su sustento y espere cada día a los turistas que llegan desde Santiago y desde Papeete, en Tahití.
Para la discusión está el hecho de si Pascua es una colonia o un territorio chileno legítimo. Como lo fue Cuba de España y como sigue siendo la bahía de Guantánamo de Estados Unidos. Y no son pocos los rapanuis que plantean la necesidad de una independencia. Claro que a otros le gustaría recibir los beneficios económicos que representa ser parte de la polinesia francesa.
De todas formas es una tierra en que, como en la cubana, se respira la historia. Una historia que palpita con sus moais y sus tangata-manus, con una geografía luminosa y tropical, y con una naturaleza desgarrada y destruida por sus propios habitantes y por sus ocupantes foráneos, que hasta ahora intenta levantar cabeza.